Durante los últimos años se han publicado numerosas estimaciones afirmando que la presión sobre los recursos hídricos de nuestro planeta está aumentando, y que lo seguirá haciendo a lo largo del presente siglo. En la OCDE estimamos que para el año 2050 el 40% de la población mundial vivirá en cuencas sometidas a estrés hídrico y que la demanda del agua se habrá incrementado en un 55%, lo cual aumentará la competencia entre usos del agua e inevitablemente hará aumentar los conflictos entre usuarios (agricultura vs. minería vs. suministro humano vs. sostenibilidad ecológica, entre otros). Además, el 90% de los desastres naturales están vinculados a los recursos hídricos, y el impacto del cambio climático hará aumentar la frecuencia y duración de estos desastres, generando situaciones desconocidas hasta la fecha.
Frente a este sombrío panorama, las soluciones técnicas, financieras e institucionales son conocidas por todos, y se han estado llevando a cabo en numerosos países de la OCDE. Por ejemplo, España desarrolló su infraestructura hídrica durante el siglo XX y prácticamente ya no hay grandes proyectos pendientes para los próximos 30-40 años. En los Países Bajos se han acometido grandes y costosas obras para la protección contra inundaciones (diques, barreras marítimas, etc.). Sin embargo, se han dado cuenta de que estas soluciones por sí solas no son suficientes. Los desastres relacionados con la sequía y las inundaciones en España siguen aumentando, castigando a los sectores productivos del país, creando conflictos entre usuarios, y afectando a la vida de sus habitantes. En Países Bajos, la falta de coordinación entre áreas de políticas, como las políticas de usos del suelo y agua, sigue originando problemas de inundaciones por construir donde no se debería.
La OCDE tradicionalmente solía enfocar la solución a estos problemas en la dimensión económica, creyendo que fijar un precio al agua siguiendo principios como “quien contamina paga” y “quien usa paga” sería suficiente para hacer la gestión del sector más sostenible y segura. En numerosos países este enfoque resultó fallido, los procesos de reforma fracasaron o se enfrentaron a grandes desafíos de ejecución e implementación. Desde la llegada en 2006 del actual Secretario General, Ángel Gurría, quién hizo del agua una de sus mayores prioridades, en la organización propusimos ir más allá de adoptar instrumentos económicos, y empezamos a defender que hay que involucrar a las personas, enfocarse en los territorios, y ejecutar políticas efectivas.
Con este propósito de desentrañar cuáles son las brechas de gobernanza que impiden la correcta implementación de las políticas del agua, hemos encontrado que las principales brechas son de fragmentación de políticas (como en el ejemplo de Países Bajos: políticas de agua vs. usos del suelo), de capacidad (técnicas y no técnicas), de información (insuficiente información y producida a destiempo), de rendición de cuentas (la corrupción en el sector del agua se lleva por delante entre el 20 y 40% de los recursos financieros del sector), de alineación de objetivos (en ocasiones se implementan simultáneamente políticas de ahorro de agua y de subsidios al sector agrario provocando incoherencias), problemas de escala (muchos países siguen sin gestionar el agua a la escala de cuenca), y carencias en cuanto a financiación (existen países en los que los usuarios siguen sin pagar por usar agua o contaminar). Enfatizamos tres mensajes para superar estas brechas:
- Primero, a menudo las crisis del agua son crisis de gobernanza. Las soluciones son conocidas, y el desafío es implementarlas, coordinar y aclarar quién hace qué, a qué nivel y cómo.
- Segundo, la gobernanza es una responsabilidad compartida y esto implica involucrar a los distintos niveles de gobierno, la sociedad civil, las empresas y la amplia gama de actores en estrecha colaboración con quienes diseñan políticas.
- Tercero, el agua es un desafío tanto para los países en desarrollo como para los desarrollados, como muestra la universalidad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), donde uno está exclusivamente dedicado al agua.
A fin de avanzar desde la definición abstracta y general de Gobernanza del Agua hacia las acciones concretas que ayudasen a los países a implementar estos mensajes, creamos en 2013 la Iniciativa de Gobernanza del Agua de la OCDE, un foro de políticas que reúne cada seis meses a más de 100 delegados de distintos sectores para intercambiar buenas prácticas. Como resultado de estos intercambios y basados en el consenso, se han elaborado los Principios de Gobernanza del Agua de la OCDE, adoptados en junio de 2015, y que proporcionan un marco sistemático para evaluar si los sistemas de gobernanza del agua están funcionando de manera adecuada, y contribuyen a adaptarlos a las condiciones y retos que se planteen. Los principios consideran que la gobernanza es buena si ayuda a superar desafíos, siendo un medio para un fin, utilizando una combinación de procesos participativos (bottom-up) y con insumos expertos de carácter estratégico (top-down). La gobernanza es mala si genera costes excesivos y no responde a las especificidades territoriales de los países. Los sistemas de gobernanza del agua deben diseñarse en relación a los retos a enfrentar y, por tanto, la estructuración, institucionalización y/o formalización de las instituciones no deberían desvirtuar el objetivo final: suministrar agua en cantidad suficiente y de buena calidad manteniendo o mejorando al mismo tiempo la integridad ecológica de los cuerpos de agua.
Principios de Gobernanza del Agua de la OCDE
El uso de los Principios está creciendo más allá de la OCDE y recientemente durante la semana Mundial del Agua 2016 (Estocolmo), se lanzó la Coalición Global para la Buena Gobernanza del Agua a la que se han sumado más de 170 instituciones de todos los sectores para colaborar en la ejecución de los Principios. Esto muestra las esperanzas que hay depositadas en que los Principios se conviertan en una herramienta efectiva para enfrentar los retos que se nos plantean ya en el presente. Los próximos pasos consisten en producir indicadores para cada uno de los 12 principios, y recopilar buenas prácticas a nivel local, de cuenca y nacional. Los resultados se publicarán en el OECD Water Governance at a Glance durante el 8° Foro Mundial del Agua (Brasilia, marzo de 2018) y debería darnos una idea más clara de dónde estamos y hacia dónde nos tenemos que dirigir para lograr como dice el “lema” de la OCDE, pero adaptado para esta ocasión: Mejores Políticas del Agua para Mejores Vidas.
Aziza Akhmouch
Responsable de la Iniciativa de Gobernanza de Agua de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)
Muchas gracias por invitarnos a participar de este importante foro. En Colombia adolecemos de una gestión integral del agua en función de cuenca, de manera tal que las políticas y regulaciones para los diferentes usos del recurso no sólo sufren de una evidente falta de coordinación, sino que en ocasiones se depredan entre sí.
Adicionalmente, con ocasión del enorme esfuerzo nacional que estamos realizando para alcanzar la paz, hemos podido advertir que la gobernanza y la construcción colectiva de las soluciones es y debe seguir siendo, la manera correcta de abordar los problemas, estructurar alternativas de solución y valorar la mejor alternativa; pues aun cuando en términos de tiempo resulta mucho más dispendioso tomar decisiones construidas, validadas y monitoreadas colectivamente, el nivel de eficacia que genera una solución de esta naturaleza paga con creces el mayor tiempo invetido para estructurar la decisión.
Quienes tenemos la convicción que la gobernanza del agua es la herramienta indicada para superar las brechas que nos distancian de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ligados a este recurso, celebramos que el modelo se institucionalice en Colombia.
Dadas nuestras restricciones presupuestales no será posible asistir al III Foro de la Economía del Agua, pero estaremos prestos a colaborar con lo que se halle a nuestro alcance, para contribuir con nuestro modesto aporte al trabajo que desarrollará la Coalición Global para la Buena Gobernanza del Agua.