La economía circular es crucial y un nuevo paradigma pero es un medio, un instrumento, no un fin de la política del agua y del modelo de desarrollo económico y social. El sector del agua es puntero y líder en muchos aspectos, pero al ser endogámico no se avanza significativamente en el logro de los desafíos pendientes pues no se establecen puentes de diálogo con otras disciplinas y sectores.
Hay múltiples ejemplos que ponen de manifiesto la visión muy limitada en la que está operando el sector del agua. La adaptación al cambio climático es un reto generacional crucial que cambia la escala del problema pasando de un problema preexistente al que se le añade una cascada de incertidumbres que fuerzan al cambio de los modelos de negocio.
Por ejemplo, en California hay grandes plantas agrícolas en pleno desierto, disponen de todo lo necesario (territorio, sol, etc.) menos el insumo productivo básico, el agua; o la producción de vino que también se ve afectada por el cambio climático pues la maduración temprana de la fruta y las precipitaciones fuera de la estación correspondiente dan lugar a importantes pérdidas en la cosecha; o en el estado de Nueva York que cuando se intensificó la agricultura se desarrolló un sistema de pago por servicios ambientales para compensar a los agricultores por la pérdida de renta agraria al comprometerse con prácticas agrícolas sostenibles y resolver así la necesidad de tratar las aguas antes de que éstas llegaran en la ciudad.
Hoy, además, es necesario hacer una gran inversión para sustituir infraestructuras. Ocurre también que habiendo un consenso absoluto entre los expertos sobre el cambio climático, esto no parece llegar a la ciudadanía, los medios de comunicación cambian la percepción del ciudadano que, tanto si se le amplifica como si se le simplifica la información, tiende a desconectarse del problema.
Otro aspecto es que el desafío ya no es tecnológico si no convertir las ideas en modelos exitosos (y económicos) es lo disruptivo. En el sector del agua hay innovaciones disruptivas, pero unas son más viables que otras, y, además, los modelos de la industria 4.0, inteligencia artificial o Internet de las Cosas que ofrecen muchas posibilidades exigen de gobernanza y de la definición inteligente de precios e incentivos para su efectiva aplicación.
Es necesario, por último, reescribir el contrato social del agua en el sentido de reforzar el control público, mejorar la rendición de cuentas y fomentar el interés general aunando los intereses legítimos de los distintos actores y con claridad respecto a los grandes desafíos, como son la adaptación al cambio climático o la lucha contra la desigualdad social.