Escribo esto sobrevolando el sur de Europa, incapaz de distinguir el horizonte en una mañana brillante, fascinado por el paisaje azul con matices ocres que recuerda algo trivial pero no siempre comprendido: las fronteras son una ficción, mucho más cuando se habla de la gestión de recursos hídricos.
Una ficción incómoda, inconveniente, en realidad. Si uno revisa los últimos 60 años en Europa, desde el Tratado de Roma, obtiene algunas conclusiones robustas en relación a la evolución de la política ambiental. Por un lado, los desafíos ambientales no son únicamente ambientales y escapan al control de los gobiernos nacionales, de modo que requieren no sólo soluciones internacionales sino supranacionales. Por otro, hay muestras notables de cómo la Unión Europea ha sido más eficaz en la resolución de problemas ambientales que sus Estados miembros en solitario: fuera de Europa todo es más complicado. Podría añadirse algo más: el papel del ciudadano (como sujeto de derechos), no de los pueblos como abstracción colectiva, ha sido crucial en el desarrollo de la política ambiental europea.
La seguridad hídrica de Catalunya
En Cataluña coinciden el final de la cuenca del Ebro, una pequeña parte de la cuenca del Júcar y una serie de cuencas internas, que nacen y desembocan dentro de sus límites administrativos: Muga, Fluvià, Ter, Daró, Tordera, Llobregat, Foix, Gaià, Francolí y Ruidecanyes, además de las rieras costeras en la frontera con Francia y el desagüe del río Sénia. A ellas, se une la cuenca internacional compartida con Francia: el Garona.
Estamos viviendo una de las peores sequías en décadas, pero, a fecha del 12 de septiembre de 2017, las cuencas catalanas presentan datos mejores que la media en cuanto a la disponibilidad de agua en sus reservas (60,9% frente al 41,2% en toda España). Eso podría llevar a pensar que la sequía no golpeará a la sociedad y la economía catalanas o, en cualquier caso, no como la sequía en 2007-2008, que recordará perfectamente el lector de Barcelona, o la de 1945. La primera de esas sequías, de acuerdo a un estudio publicado en 2009, condujo a una pérdida del 0,83% del PIB catalán. Sin embargo, el desafío no es inmediato (tener agua suficiente hoy); en un contexto de adaptación al cambio climático, es la seguridad hídrica a medio y largo plazo lo que debería ocuparnos. La Agencia Catalana del Agua (ACA) contempla una reducción en las aportaciones fluviales de entre un 5% y un 10% en dos o tres décadas (respecto a las aportaciones medias de los últimos 30 años), acompañada de un incremento de la variabilidad estacional (reducción próxima al 40% en el verano, aumento del 10% en invierno), así como interanual. Y la demanda crecerá en varios usos, siendo el turismo uno especialmente significativo.
La demanda de agua en Cataluña, considerando usos consuntivos (agricultura, ganadería, industria, abastecimiento poblacional, etc.) y no consuntivos (como la generación hidroeléctrica), es de 2.965 hm3/año. Comparada con la disponibilidad de agua a largo plazo (2.613 hm3/año), se observa un déficit de casi un 12%. Por supuesto, la planificación hidrológica en Cataluña contempla medidas para absorber ese déficit en 2027 pero la brecha existe y fuerza a acciones orientadas a la coordinación de políticas sectoriales; la cooperación transfronteriza; el reconocimiento de los vínculos entre ecosistemas de agua dulce, costeros y marinos; los enfoques interdisciplinares; el rediseño de incentivos; la articulación de la política de agua con la política de desarrollo territorial…
A fin de cuentas, el agua es un tema tan vital que está por encima de cualquier debate sobre gestión pública o privada. Como ocurre en numerosos ámbitos de la política pública, el agua demanda un nuevo contrato social que reconozca la necesidad de modelos inclusivos que aúnen lo mejor de la sociedad civil, el sector público y el sector privado, y el reconocimiento de retos y oportunidades que habrán de enfrentarse en cualquier escenario, con cualquier modelo de gestión.
Gonzalo Delacámara
Director Académico del Foro de la Economía del Agua y Coordinador del Departamento de Economía del Agua de IMDEA Agua