Cualquier decisión en la vida se basa en nuestra percepción sobre el valor de las cosas, nuestras experiencias y nuestras expectativas. Si algo se minimiza o se pasa por alto por completo a menudo es el resultado del valor que le asignamos.
Frente a lo que se cree, casi todo sobre el agua sigue siendo desconocido. Los usuarios urbanos tienden a ignorar la cantidad de agua que consumen, la mayoría de las actividades necesarias antes de que el agua llegue a su grifo (especialmente la extracción de agua en la cuenca o el tratamiento de la misma para potabilizarla) o lo que sucede una vez que las aguas residuales abandonan nuestra casa, por no hablar de qué es un acuífero o si las infraestructuras de agua son adecuadamente mantenidas y reemplazadas … Casi todo resulta invisible para ellos. Otros usuarios de agua (agricultores, la industria manufacturera, operadores de energía hidroeléctrica, etc.) son seguramente más conscientes del impacto real del agua como un insumo crítico para sus procesos de producción pero es muy probable que, incluso en ese caso, ignoren los impactos que sus patrones de producción y consumo tienen sobre los ecosistemas acuáticos, razón por la cual nos referimos a ellos como impactos externos (ya sean beneficios o costes).
Sin embargo, existe una clara idea errónea sobre el valor del agua en sí, como si fuera posible decidir si valoramos o no. Toda decisión, individual o colectiva, que tomemos sobre el agua estará implícitamente basada en valores, tanto sobre el uso del agua (consuntivo o no) como sobre su no uso. Determinar el valor del agua tiene que ver más bien con decidir si hacer esa valoración explícita.
Estoy firmemente convencido de la necesidad de elevar el perfil de las discusiones sobre el agua, reconociendo que los recursos hídricos son fundamentales para el desarrollo social y económico, incluso en aquellos lugares donde es un activo relativamente abundante, como es el caso de la mayoría de los países del norte de Europa. La gestión del agua está conectada a la cohesión social, al desarrollo espacial, la localización geográfica de actividades económicas, el desempeño macroeconómico, la equidad social, la sostenibilidad de los patrones de desarrollo, la competitividad, la economía circular, la seguridad alimentaria, la generación de energía eléctrica y otras actividades de conversión energética, la salud pública, la conservación de la biodiversidad, la adaptación al cambio climático… En el contexto de los países menos desarrollados, el agua también está conectada a oportunidades para una vida mejor, la igualdad de género, el alivio de la pobreza, las migraciones masivas y los flujos de refugiados o los conflictos geopolíticos, todos a su vez con graves implicaciones a largo plazo más allá de Europa y también en Europa.
Los desafíos de la política de agua van desde la escasez estructural y la gestión del riesgo de sequía hasta la gestión del riesgo de inundaciones y las inundaciones en sí, pasando por la mejora de la calidad del agua y la conservación de la diversidad biológica y la provisión de servicios de los ecosistemas acuáticos. Hoy en día, sin embargo, todo esto sucede dentro del imperativo de la adaptación al cambio climático, una clara oportunidad para el desarrollo social y económico. El cambio climático amplifica los desafíos preexistentes, aumentando la frecuencia e intensidad de los eventos de sequía e inundación, así como el nivel de incertidumbre. En general, esto brinda una oportunidad única, generacional, para comprometerse con el desafío de la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero y la adaptación al calentamiento global.
En una economía de mercado, los valores económicos del agua, a veces definidos por su precio, sirven como una guía para asignar el agua entre usos alternativos (que compiten entre sí), desviando el agua hacia aquellos usos en los que generan un mayor rendimiento económico. Esta perspectiva, sin embargo, es limitada y miope. Si bien es crítica, la valoración monetaria del agua y la identificación del valor y el precio de mercado del agua pueden ser muy engañosas si no se comprenden y explican adecuadamente. Si fuera cierto que el valor económico del agua se mide por su precio de mercado, esto implicaría que solo el agua comercializada puede tener un valor económico. Sin embargo, hay situaciones evidentes en las que prevalecen los atributos de bien público del agua, así como muchas sensibilidades culturales que no deberían abordarse desde el análisis económico. El valor económico es diferente del precio, los precios en general no miden el valor económico y muchos bienes sin precio de mercado en todo caso puede tener un valor económico positivo, en tanto que contribuyen al bienestar humano.
El valor del agua va mucho más allá de la contribución del sector de servicios de agua y saneamiento al PIB, el empleo y la competitividad. La gestión de los recursos hídricos es fundamental para la agricultura, la minería y otras actividades extractivas, la industria manufacturera, el turismo y otras actividades recreativas, la conversión de energía… Como mencionaba antes, esta es solo una dimensión del valor del agua, en la que el ésta es reconocida como un insumo crítico para todas esas actividades económicas, por importante que pueda ser.
Es imprescindible mostrar el papel del agua en nuestra sociedad y nuestra economía, contribuyendo a una mejor comprensión del mismo, transmitiendo ese valor dentro y fuera de la comunidad del agua, destacando los vínculos cruciales entre el agua y el desarrollo social y económico y estimando cuando fuera necesario esos valores de una manera explícita a fin de informar los procesos de toma decisión en el ámbito corporativo, para mejorar la sensibilización social y para mejorar la formulación de políticas.
Si el valor del agua, en todas sus dimensiones, permanece oculto e implícito, no solo enfrentaremos desafíos no menores sino que también perderemos una gran oportunidad para mejorar su gestión y el bienestar de la sociedad.
Gonzalo Delacámara Director Académico del Foro de la Economía del Agua y Coordinador del Departamento de Economía del Agua de IMDEA Agua.
Una versión levemente diferente de este texto fue publicada originalmente el 03/04/2018 en la web de la WssTP (la plataforma tecnológica europea de abastecimiento y saneamiento del agua).