El pozo como seguro. Las extracciones de aguas subterráneas tienden a aumentar cuando el caudal disponible en fuentes alternativas (como la escorrentía superficial propia de la cuenca o proveniente de otra, fundamentalmente) se reduce – asegurando a los usuarios y al ambiente contra la sequía.
Cuando el caudal de las aguas superficiales es bajo, los acuíferos nutren de agua el lecho de los ríos, previniendo disrupciones en los ecosistemas fluviales y en otros ecosistemas terrestres vinculados. Los usuarios, especialmente en el sector agrícola, también se benefician de este capital azul que permite mitigar los impactos negativos sobre la producción agrícola. El valor de la seguridad proporcionada por el agua subterránea es, al menos, el de la renta que se perdería si este recurso no pudiera utilizarse.
El aumento de la población, la redistribución de la riqueza y el cambio climático están llevando a un progresivo cierre de las cuencas Mediterráneas, en el que parte de los usos del agua no pueden satisfacerse de manera temporal o permanente. Esta situación introduce incentivos para consumir capital azul, a menudo de manera insostenible. Es cierto que la sobreexplotación de los acuíferos tiene un límite: el que se alcanza cuando el coste de bombear la última gota de agua es superior al beneficio que se obtiene de ella. Pero también es cierto que en este punto el sacrificio de capital azul por rentas en la agricultura puede haber comprometido el potencial de los acuíferos para asegurar a los usuarios en el futuro, que puede tomar siglos en recuperarse.
Capital gris, capital azul. El capital azul es un bien común y es difícil rastrear el origen de las extracciones, lo que complica la puesta en marcha de medidas para controlar su uso (e.g. precios del agua). Las deficiencias de los sistemas de monitoreo se ven agravadas por una deficiente aplicación de las pertinentes sanciones en los pocos casos en los que se identifica al transgresor. Estos incentivos perversos dificultan la aplicación de medidas de control tradicionales y demandan innovación en la gestión del agua.
Los seguros agrarios (capital gris, que incluye la inversión financiera y las instituciones que la gestionan) pueden ofrecer un servicio sustitutivo a la explotación insostenible de los acuíferos. En zonas donde el capital azul ha sido agotado, los seguros pueden contribuir a la recuperación de los acuíferos y ecosistemas dependientes, complementando otras medidas como la readquisición (o rescate) de derechos de agua (que a pesar de su fracaso en el Guadiana, han sido recientemente puestas en práctica con más éxito y moderación en el Júcar y el Segura). En una segunda etapa, los seguros agrarios pueden servir para complementar el valor del seguro de facto que proporciona el agua subterránea y prevenir extracciones insostenibles de la misma. Una explicación a este mecanismo puede encontrarse en este vídeo.
¿Es factible? La viabilidad y adopción de este instrumento dependen de la interacción entre la demanda y la oferta de seguros y del papel fundamental desempeñado en el mercado por las instituciones que participan en las asociaciones público-privadas que gestionan la provisión de seguros agrarios. Si bien hay un gran número de modelos actuariales que se pueden utilizar para estimar los costes del servicio, la mayor incógnita sigue estando en la utilidad percibida por los usuarios y su disposición a pagar por un seguro de sequía. Los seguros de sequía típicamente ofrecen ayudas a los agricultores para aumentar su penetración en el mercado, lo que representa una carga para el erario público. La información asimétrica en el mercado de seguros agrarios puede ser gravosa para unas arcas públicas ya de por sí estresadas. Antes de expandir la cobertura de las pólizas de seguro agrario, es necesaria más investigación que analice no solo el potencial de mercado, sino los costes de desarrollar este mercado (costes de transacción).
Los esquemas de seguros agrarios estadounidense y canadiense ya incorporan una cobertura de las pérdidas derivadas de la sequía en áreas de regadío, en las que se concentra el consumo de capital azul. En Europa, la nueva PAC ofrece subsidios a través de una innovadora herramienta para la estabilización de la renta agraria, que permite compensar las pérdidas derivadas de la sequía en el regadío a través de fondos mutualistas. La innovación en el sector financiero también es parte de la solución al problema de la sequía y la escasez. El capital bien gestionado es fuente de bienestar, y el capital azul no es una excepción. Su recuperación y uso sostenible conlleva beneficios para los agricultores, el medio ambiente, y la sociedad.
C. Dionisio Pérez-Blanco
Investigador postdoctoral del fondo de investigación AXA, Centro Euro-Mediterraneo sui Cambiamenti Climatici (CMCC) e Investigador asociado, Fondazione Eni Enrico Mattei (FEEM)