“El gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho”. La afirmación de A. Muñoz Molina se incluye en su obra Un andar solitario entre la gente. Y eso es la economía circular: tendremos que vivir de nuestros residuos tanto como de nuestros recursos. La Naturaleza no distingue entre unos y otros: en el funcionamiento natural de los ecosistemas nada es en sí un residuo. Solo nuestra valoración de materia, energía y agua, limitada y basada en percepciones sobre su contribución al bienestar, lleva a considerar algo un recurso (un bien, con valor positivo) o un residuo (un mal, con valor nulo o negativo). Eso sí, nuestra percepción y la valoración asociada varían: lo que un día es un mal (p.e. el biogás generado a partir de la digestión anaeróbica de la biomasa de los lodos de una EDAR), en otro momento puede ser observado como un bien (un combustible, sin abandonar el ejemplo previo). La economía circular no es más (ni menos) que un sugerente oxímoron que muestra el valor de aquello que, por miopía, creemos residuo.
Materiales, fuentes de energía y de agua representan la savia de nuestro sistema económico. Desde el uso de madera, piedra y cerámica en el inicio de la especie humana, hasta el de cobre, estaño y hierro o la invención de materiales derivados como acero, cristal, papel y cemento, las materias primas han jugado un papel crítico en el aumento del bienestar. Tras la Revolución Industrial (s. XVIII), sin embargo, el uso de materias ha crecido de modo más intenso. Algunos bienes de consumo habitual (el teléfono móvil) pueden contener hasta 50 metales.
Source: Compound Interest (2015): http://www.compoundchem.com/2015/09/15/recycling-phone-elements/
Solo en el s. XX, se estima que la demanda de materias primas pasó de 7 Lejos de lo que pudiera parecer, mientras la extracción de materiales crecía a ese ritmo, el valor de bienes y servicios (PIB) lo hacía casi 25 veces.
Los combustibles fósiles (86% del consumo mundial de energía primaria), son objeto de estimaciones sobre su fecha de agotamiento. A escala humana (no paleontológica), son recursos no renovables. Esa preocupación, en todo caso, es más de geofísicos que de economistas: es bien sabido que antes de alcanzar su agotamiento físico, cada uno de esos recursos será tan costoso de obtener y procesar que los incentivos para dejar de usarlos crecerán hasta convertir las últimas reservas en reliquias. Algunas estimaciones muestran que materiales como cobre, zinc, estaño o plomo podrían estar disponibles (en reservas conocidas) 30 a 50 años más. En su momento, tras la primera revisión (1992) del Informe Meadows (1972), aprendimos que conviene no abandonarse a miradas apocalípticas; el progreso tecnológico, la evolución de variables que explican esas tasas de consumo, el descubrimiento de nuevas reservas o la competitividad de alternativas, podrían matizar cada escenario. La necesidad de avanzar en la eficiencia de recursos, no obstante, es inequívoca. La idea de economía circular es esencial en la transición a un modelo productivo más eficiente.
La escasez estructural de agua en regiones áridas y semiáridas del planeta, las preocupaciones sobre la seguridad hídrica ante la adaptación al cambio climático y la demanda de mayor calidad ambiental (traducida, entre otras cosas, en costosos requisitos para eliminar nutrientes y contaminantes emergentes de la descarga de efluentes) impulsan la reutilización de aguas regeneradas. Los desafíos clave ya no son tecnológicos: es imprescindible diseñar los incentivos que permitan que ésta resulte tan atractiva o más que los recursos más convencionales, como parte de una gobernanza del agua orientada al interés general.
¿Han pensado cuánto tiempo tarda en llegar el agua desde que es captada y cuánto en ser consumida? ¿Por qué fabricamos cosas cuyos residuos o efectos durarán años para usarlas sólo un instante? ¿Por qué ese entusiasmo por la fugacidad? ¿Por qué no basar nuestra economía en usar nuestros recursos en lugar de agotarlos?
Este artículo fue publicado originalmente en iAgua Magazine 19 y en la plataforma de iAgua el 25/07/2018.
Gonzalo Delacámara – Director Académico del Foro de la Economía del Agua, Coordinador del Departamento de Economía del Agua del Instituto IMDEA Agua y del Libro Blanco de la Economía del Agua (McGraw Hill, 2017)