Uno de esos 17 objetivos (el ODS 6) está orientado a garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. En términos más específicos, eso implica garantizar el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible; el acceso equitativo a servicios de saneamiento e higiene, poniendo fin a la defecación al aire libre; mejorar la calidad del agua; aumentar el uso eficiente de agua; avanzar en la gestión integrada de los recursos hídricos; proteger y restaurar los ecosistemas relacionados con el agua para garantizar las fuentes naturales; y ampliar la cooperación internacional (UN Water, 2016).
El mundo no comenzó ayer. Tampoco los intentos para progresar, a escala mundial, en relación a ciertos objetivos colectivos. No en vano, El ODS 6 da seguimiento al Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM), cuya meta 7C, establecía que en 2015, debería haberse reducido a la mitad la población sin acceso a agua potable y saneamiento básico (Naciones Unidas, 2015b), algo que en la práctica implicaba que el 88% de la población mundial tuviera acceso a fuentes mejoradas de agua. El primer logro específico, en la transición entre ODM y ODS es precisamente el estatus del ODS 6: ahora los desafíos relativos al acceso a agua potable, saneamiento básico e higiene son un objetivo individual en sí, no una meta más en el contexto de un ODM vinculado a la calidad ambiental. Hay que enfatizar, no obstante, el contraste con el hecho de que, también en el seno de Naciones Unidas, se omitiera el agua (no está ni siquiera citada la palabra en sí), en la Declaración de París (COP21 de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, CMNUCC) (United Nations, 2015c).
Con frecuencia, el tremendismo no sólo genera una imagen incierta sino, lo que es peor, contraproducente. El problema no reside en que 663 millones de personas no tengan acceso agua; de ser así, en pocos días habrían fallecido todas. El problema es de mayor calado: esos 663 millones de personas carecen de acceso “mejorado” a agua (UNICEF/WHO, 2015). Es decir, acceden a agua pero en condiciones deficientes de calidad, a distancias inefables, empleando un tiempo inaceptable, pagando por ella un coste desproporcionado… El 91% de la población mundial utiliza una fuente de agua potable mejorada (76% en 1990: es decir, 2.600 millones de personas han conseguido acceso mejorado en los últimos 25 años). Las asimetrías son notables, no obstante, pues los países menos desarrollados (especialmente en el Cáucaso, Asia Central y África) no alcanzaron la meta y la realidad es ostensiblemente diferente entre áreas urbanas (96% de la población con cobertura) y rurales (85%) en muchos países – de hecho, ocho de cada 10 personas sin acceso a agua potable mejorada viven en zonas rurales, más o menos dispersas.
En relación al saneamiento, ahora individualizado del acceso a agua potable como derecho humano, la exigencia del ODM 7 implicaba pasar de una cobertura promedio mundial del 54% a un 77%. Hoy, el 68% de la población mundial dispone de una instalación de saneamiento mejorada, de modo que esa meta se incumplió y muestra que aquí los desafíos son mayores, si cabe (con mayores diferencias entre zonas urbanas y rurales: 82% frente a 51%). Para dar una idea de la brecha existente, aproximadamente 2.400 millones de personas carecen de retrete, de las que se estima que 946 millones defecan al aire libre. Más allá de las implicaciones sobre la calidad ambiental o la salud pública (casi 1.000 menores de cinco años mueren diariamente por enfermedades diarreicas), la seguridad de millones de niñas y mujeres se ve comprometida: en países como India muchas de ellas son violadas en esas situaciones; en muchos otros países, la llegada de la primera menstruación significa el abandono del sistema de educación formal, de modo que se lastran de modo decisivo sus posibilidades de desarrollo personal. La población sin acceso a saneamiento vive principalmente en Asia, África subsahariana y América Latina y el Caribe.
Hoy existe tecnología disponible para garantizar el acceso universal a estos servicios y hay recursos financieros a nivel mundial que permitirían vencer la brecha de financiación de algunos países para hacer frente a las inversiones necesarias. ¿Dónde reside entonces el problema? Son muchos los desafíos pero algunos de los más críticos tienen que ver con una baja prioridad del agua y el saneamiento en algunas políticas nacionales (sin entender que estos servicios están vinculados a numerosos beneficios socioeconómicos y ambientales, de tal modo que el ODS 6 en realidad es crucial para el cumplimiento de muchos otros); la descoordinación de políticas; los sesgos sectoriales; la carencia de enfoques intersectoriales a los servicios de agua; la debilidad o la inercia institucional; la falta de alianzas amplias entre la sociedad civil y los sectores público y privado.
Para aproximarse al cumplimiento del ODS 6 será necesario reconocer la desigualdad en el acceso observada entre ricos y pobres, poblaciones rurales y urbanas, etc. Asimismo, será necesario enfatizar sobre la calidad del acceso y no sólo sobre el acceso en sí, pues no olvidemos que estamos ante una realidad dinámica.
¿Es el ODS 6, y en realidad todos los ODS en su conjunto, ingenuo por idealista? Es posible, como también lo eran los ODM. Sin embargo, no son tantos los compromisos a esta escala, de modo que si bien la indulgencia sería peligrosa, los juicios demasiado severos tampoco ayudarán. Friedman (2013) mostró que la mayor parte de los avances en relación al cumplimiento de los ODM se habían producido en los noventa, antes de la declaración de los mismos, y se había ralentizado con carácter general desde 2000. ha sido siempre notablemente más crítico al indicar que los ODS en realidad socializan una idea bastante errónea de cómo ocurre el desarrollo: tecnocrática, paternalista y carente de política.
Lo cierto es que ingenuo o no, ambicioso o no, con metas más o menos definidas, sin orientaciones muy claras en relación a las políticas de agua y saneamiento y al gobierno del agua, el ODS 6 servirá de fuerza motriz para muchos esfuerzos a nivel mundial hasta 2030. Más vale tomarlo en serio y aceptar que el hecho de que sea discutible es en sí mismo una virtud: debatamos y actuemos.
Referencias
Easterly, W. (2015). The Trouble with the Sustainable Development Goals. Current History, 114 (775), 322-324
Friedman, H. S. (2013). Causal inference and the Millennium Development Goals (MDGs): Assessing whether there was an acceleration in MDG development indicators following the MDG declaration, MPRA Paper No. 48793.
UN Water (2016). Integrated Monitoring Guide for SDG 6 Targets and global indicators (work in progress, July 19th, 2016).
UNICEF/WHO (2015). Progress on Sanitation and Drinking Water – 2015 update and MDG assessment
United Nations (2015a). Transforming our world: the 2030 Agenda for Sustainable Development. UN General Assembly resolution, September 25th, 2015. A/RES/70/1
United Nations (2015b). Format and organizational aspects of the high-level political forum on sustainable development. UN General Assembly resolution. August 23rd, 2013. A/RES/67/290
United Nations (2015b). The Millennium Development Goals Report 2015.
United Nations (2015c). Adoption of the Paris Agreement. Conference of the Parties, 21st session, United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCCC), Paris, December 21th, 2015 (FCCC/CP/2015/L.9/Rev.1).
Gonzalo Delacámara
Director Académico del Foro de la Economía del Agua y Coordinador del Departamento de Economía del Agua de IMDEA Agua
Este articulo fue publicado originalmente en FAMSI (ed.) (2017). Localizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Gobiernos y actores locales y provinciales en la implementación de la Agenda 2030. Una mirada desde Andalucía. FAMSI.