Reducir los gases de efecto invernadero se ha convertido en uno de los desafíos más importantes en la mitigación del cambio climático, además de uno de los que parece encontrar más dificultades para cumplirse. El objetivo establecido por la UE para 2050 en el Pacto Verde Europeo contempla una reducción de estas emisiones en un 80% en comparación con los niveles de 2005, lo que solo podrá conseguirse a través de la implicación de todos los actores sociales: organizaciones supranacionales, administraciones nacionales y locales, empresas privadas y sociedad civil.
Un elemento crucial y no suficientemente reconocido para conseguir esta reducción de gases se encuentra en la propia naturaleza. Así, Naciones Unidas recuerda que los hábitats conservados o restaurados pueden eliminar dióxido de carbono de la atmósfera y ayudar así a combatir el cambio climático almacenando carbono, a través de lo que entendemos como “soluciones basadas en la naturaleza”.
Este tipo de sistemas retenedores de carbono son los conocidos como “sumideros de CO2”, y en la naturaleza contamos principalmente con dos: bosques y humedales. Estos últimos se encuentran en los últimos días en plena actualidad, con motivo de la reciente celebración del Día Mundial de los Humedales en conmemoración de la firma del Convenio relativo a los Humedales de Importancia Internacional.
Esta función de los humedales como sumideros de CO2 se complementa con otras igualmente fundamentales para el equilibrio del planeta, como mantener la disponibilidad de agua limpia y garantizar la biodiversidad. La Convención de Ramsar señala que menos del 1% del agua de la Tierra es agua dulce utilizable y se almacena principalmente en humedales (ríos, arroyos, lagos, marismas, estuarios y acuíferos). A diario, se consumen al menos 10.000 millones de toneladas de agua dulce, cifra que supera la capacidad de reposición del planeta. Este consumo va en aumento y se estima que, en 2050, será necesario un 55% más de agua para abastecer a una población mundial en crecimiento.
Un recurso muy valioso en riesgo de desaparición
Según datos de la Convención de Ramsar, casi el 90% de los humedales del mundo, incluidos ríos, lagos, marismas y turberas, han desaparecido, y el ritmo se mantiene a una velocidad tres veces mayor que la de los bosques. En España, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) estima que durante los últimos 60 años ha desaparecido aproximadamente un 60% de su superficie original. Esto se debe, en buena medida, a la acción humana: la agricultura intensiva, el desarrollo industrial, los cambios hidrológicos artificiales y la degradación por medio de la explotación excesiva.
Desde el Foro de la Economía del Agua defendemos que la importancia de los humedales, unida a su alto riesgo de degradación, hacen imprescindible una decidida inversión para su conservación y, en paralelo, la integración del patrimonio natural en las diferentes políticas sectoriales, para conservar estos terrenos y contribuir al almacenamiento de agua dulce del planeta.
Este posicionamiento se encuentra en sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por Naciones Unidas y recogidos en su Agenda 2030. Entre ellos, el ODS 15, Vida de Ecosistemas Terrestres, establece la necesidad de velar por la conservación, el restablecimiento y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres y los ecosistemas interiores de agua dulce y los servicios que proporcionan, en particular los bosques, los humedales, las montañas y las zonas áridas.
Asimismo, está alineado con otras iniciativas de Naciones Unidas, como la Década para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030): una respuesta coordinada a nivel mundial que se propone prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas de todo el mundo, mediante el desarrollo de la voluntad y la capacidad para restaurar la relación de los seres humanos con la naturaleza.