Las aguas subterráneas representan aproximadamente el 99% de toda el agua dulce líquida de la Tierra. Sin embargo, el recurso hídrico no ha contado hasta ahora con un lugar protagonista en las agendas mundiales. Por las dificultades que se presentan para su acceso, a menudo son poco conocidas, y se encuentran infravaloradas, mal gestionadas e incluso sobreexplotadas.
Estas son algunas de las conclusiones que se desprenden del Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo de las Naciones Unidas 2022, publicado el pasado marzo con el objetivo de describir los retos y oportunidades asociados al desarrollo, la gestión y la gobernanza de las aguas subterráneas en todo el mundo.
En la misma línea, la necesidad de construir y actualizar la base de conocimiento sobre ellas ya había sido manifestada por el organismo en el Resumen actualizado de 2021 sobre los progresos en el ODS 6: Agua y Saneamiento para todos, que abordó la falta de datos y de iniciativas de monitoreo, poniendo de relieve que el tema es “un área descuidada”.
Algunas cifras que ilustran la relevancia y el estado del recurso en el escenario actual:
- El abastecimiento hídrico de casi el 50% de la población urbana del mundo procede de aguas subterráneas
- Constituyen el 25% del agua extraída para el riego, la cual alcanza al 38% de las tierras de regadío del mundo
- Las regiones que más dependen de ellas son América del Norte y el Sur de Asia, donde respectivamente el 59% y el 57% de las zonas destinadas al regadío la utilizan
- Asia-Pacífico es la región que más agua subterránea extrae en el mundo. Allí se hallan siete de los diez países que lideran el ranking a escala mundial. Bangladesh, China, India, Indonesia, Irán, Pakistán y Turquía suman el 60% de las extracciones en el mundo
- Las oportunidades que ofrecen los grandes acuíferos están especialmente infra aprovechadas en África Subsahariana, donde tan solo el 5% del área destinada al regadío las utiliza
- El 30% de las instalaciones subterráneas del entorno rural están contaminadas con patógenos de forma persistente
Establecer una clara comprensión del papel que desempeñan las aguas subterráneas en la vida cotidiana, de sus interacciones con las personas y de las oportunidades para optimizar su uso, son los ejes que se propone el organismo a la hora de abordar “un recurso ampliamente disponible pero frágil”.

En este sentido, tener presente el potencial que tienen las aguas subterráneas y la necesidad de gestionarlas adecuadamente son elementos esenciales para promover la sostenibilidad del recurso hídrico a largo plazo. No solo se configuran como aliadas para combatir la escasez de agua en muchas partes del mundo, sino que además las proyecciones estiman que la dependencia en torno a ellas aumentará, en parte, por su importancia para determinados sectores, pero también por la creciente variación de los patrones de precipitación.
Perspectivas a futuro
Al respecto, Joaquín Melgarejo, Director del Instituto del Agua y de las Ciencias Ambientales de Alicante, analizó en el último Foro de la Economía del Agua que “el agua es tanto un derecho como una responsabilidad, no es un bien ilimitado como se creía en los tiempos de la ilustración”, al considerar la evolución del número de habitantes en el mundo y de la disponibilidad media de agua, con una relación extraordinariamente directa.
“El agua disponible ha ido reduciéndose en términos de metros cúbicos por persona y año, y se estima que el déficit del agua global para el 2030 puede llegar al 40% de la población”, dijo. El aumento de la demanda global de agua estaría asociado, por un lado, al consumo humano directo de una población cada vez mayor, y por el otro, al impacto del recurso en sectores clave para la subsistencia, como la agricultura.
Sobre ello, advierten desde Naciones Unidas que para satisfacer la demanda global de abastecimiento para consumo humano y agricultura en 2050, incluido el aumento estimado de 50% en alimentos, pienso y biocombustible respecto a los niveles de 2012, es de vital importancia avanzar en materia de productividad agrícola mediante la intensificación sostenible de la extracción de agua subterránea y la reducción de la huella hídrica y medioambiental del sector.

“El bienestar común de las aguas subterráneas, los ecosistemas y los seres humanos podría mejorarse con la gestión de las aguas subterráneas, la gestión conjunta de las aguas y tierras, las soluciones basadas en la naturaleza y una protección mejor de los ecosistemas -desarrollaron-. La gestión de las aguas subterráneas a menudo se centra solamente en las aguas subterráneas o los acuíferos, en cambio, las aguas subterráneas y los ecosistemas necesitan gestionarse conjuntamente para garantizar la prestación continua de servicios”.
De cara al futuro, evalúan que en muchas partes del mundo será necesario recurrir al agua subterránea, a los ríos, lagos y otras aguas superficiales para poder desarrollar reservas hídricas que sean resilientes al cambio climático. Sin embargo, puntualizan: “Las medidas de adaptación al cambio climático basadas en las aguas subterráneas explotan la capacidad distribuida de almacenamiento subterráneo y la capacidad que tienen los sistemas de acuíferos de almacenar los excedentes estacionales o puntuales. Estas reservas sufren muchas menos pérdidas por evaporación que la infraestructura convencional, como los embalses de superficie”.
En sintonía con el lema del 2022, y a modo de conclusión, sintetizan que liberar todo el potencial de las aguas subterráneas “exigirá esfuerzos firmes y concertados para gestionarlas y utilizarlas de forma sostenible. Y todo empieza por hacer visible lo invisible”.