Alvar Escrivá-Bou, Research Fellow del Public Policy Institute of California
California y España cuentan con muchos paralelismos respecto a los retos de la gestión del agua. Ambos territorios tienen una climatología similar, una acusada desigualdad entre las regiones con mayor disponibilidad hídrica y las zonas de mayor demanda, y retos cada vez más grandes para compatibilizar el abastecimiento a importantes sectores agrícolas, centros urbanos y usos medioambientales.
En ambos territorios, las particularidades del clima mediterráneo hacen que las aportaciones de agua varíen significativamente no solo estacionalmente sino también en ciclos de varios años. Para hacer frente a las recurrentes sequías, tanto California como España han desarrollado, especialmente durante el siglo XX, una densa red de infraestructuras hidráulicas. Como contraste, y a pesar de todas estas similitudes, la estructura institucional es muy diferente: España tiene una gestión del agua centralizada en los organismos de cuenca, mientras que California cuenta con una gobernanza tremendamente descentralizada.
Grandes retos comunes en gestión del agua
El cambio climático está intensificando las sequías en las áreas de clima mediterráneo. Las consecuencias de este fenómeno acarrean tanto en California como en España tres retos fundamentales:
- Sostenibilidad en el uso del agua para la agricultura. Existe un problema importante de sobreutilización de los acuíferos que está afectando no solo a los regantes, sino también al acceso al agua para uso doméstico y a las demandas medioambientales. Se está utilizando más agua de la que se puede regenerar de una manera sostenible y, si no se toman medidas, en unos años podrían quedarse sin cultivar cientos de miles de hectáreas en California. Esta situación tiene un claro paralelismo con la de ciertas zonas de España.
- Acceso equitativo al agua de calidad. California sufre un problema estructural de acceso al agua, más grave que el de España debido a que las desigualdades sociales son más profundas y el mayor coste de los servicios de agua y saneamiento. Esta carencia ha sido especialmente visible durante la pandemia de la COVID-19, hasta el punto de que fue necesaria una moratoria gubernamental para evitar los cortes de suministro debidos a falta de liquidez en familias vulnerables. En España, el problema de la equidad en el acceso al agua es de menor envergadura, pero podría agravarse por la dificultad de poner en marcha políticas públicas a nivel estatal. Por ello, se hace necesario una mejor coordinación de estas políticas para poder detectar y reaccionar rápido ante casos tan graves como este.
- Mejora del estado de los ecosistemas acuáticos. La salud de los ecosistemas fluviales se ha degradado durante décadas en California, una tendencia que se ha hecho más aguda con las recientes sequías y el incremento de las temperaturas por el cambio climático. Aunque ha habido algunos casos de éxito, la gestión basada en caudales mínimos y una financiación claramente insuficiente, no han sido capaces de revertir esta tendencia. Además, los efectos del cambio climático van a incrementar el estrés en los ecosistemas, generando más conflictos entre la necesidad de regulaciones ambientales y los demás usuarios del agua.
Políticas aplicables a España
Pese a la disparidad de estructuras institucionales entre California y España, existen una serie de políticas que se aplican con éxito en este estado norteamericano y podrían extrapolarse a nuestro país.
La primera de ellas es el alineamiento de políticas e instituciones relacionadas con el agua. Debemos tener en cuenta que el agua es una cuestión trasversal que afecta a diferentes sectores: agricultura, desarrollo urbano, medioambiente, industria, turismo, etc. Para mejorar el alineamiento es necesario coordinar los objetivos y políticas entre las diferentes administraciones que gestionan este recurso. A este respecto, en California se ha creado recientemente la “Water Resilience Portfolio Initiative”, cuyo objetivo es coordinar a diferentes instituciones para trazar un plan conjunto centrado en la gestión del agua que incremente la resiliencia frente al cambio climático.
Otro enfoque interesante y extrapolable es el desarrollo de programas colaborativos con “beneficios múltiples”. Un buen ejemplo es la iniciativa para la recarga de acuíferos durante períodos de crecidas. California, al igual que España, tiene poca capacidad de ampliar el número de embalses que ya posee, así que potenciar esta recarga de los acuíferos puede atraer diferentes beneficios: el incremento del almacenamiento de agua para suministro, la reducción de inundaciones y la mejora de los ecosistemas acuáticos, entre otros. Para ello es necesario incentivar estos programas colaborativos con medidas de financiación adecuadas, como se hizo en uno de los programas del Water Bond aprobado en 2014, un fondo de 7.000 millones de euros para infraestructuras de agua. El estado sufragó con hasta el 50% de los costes a proyectos privados de gestión del agua que conllevaran un beneficio público.
Finalmente, con el incremento de la variabilidad climática que nos está trayendo el cambio climático, es imprescindible fomentar políticas de impulso a la flexibilidad. Tanto California como España tienen una marcada variabilidad en la disponibilidad de agua, por lo que es fundamental implementar programas de gestión de la demanda, así como incrementar la flexibilidad institucional, operativa y regulatoria, para disminuir los riesgos sociales, económicos y ambientales de la nueva normalidad climática.