Oriana Romano. Jefa de la Unidad de Gobernanza del Agua y Economía Circular de la OCDE
Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y del saneamiento para todos es un desafío global y local, con múltiples actores a diferentes niveles, sin que exista una solución única que dé respuesta a todos los retos.
La urgencia de trabajar por una mejora del acceso al agua ha quedado aún más patente durante pandemia de la COVID-19, en la que millones de personas en todo el mundo no tienen la posibilidad ni siquiera de lavarse las manos con regularidad, una de las medidas de protección básicas recomendadas por las autoridades sanitarias. Partiendo de esta realidad, es imprescindible tomar medidas desde múltiples frentes: locales, nacionales e internacionales.
Las perspectivas para 2050 son una llamada a la acción
En el horizonte 2050, todavía se espera que 240 millones de personas no cuenten con acceso regular al agua potable. Además, se prevé que la demanda de agua se incremente un 55% respecto a la actual; que 1.400 millones de personas no tengan acceso a saneamiento básico y un 40% de la población mundial viva en cuencas hidrográficas bajo estrés hídrico. En el plano económico, serían necesarias inversiones por valor de 6,7 billones de dólares para renovar y modernizar la infraestructura de suministro de agua y saneamiento.
Los problemas de acceso al agua se verán incrementados por el cambio climático, especialmente en los países más cálidos, donde sus efectos ya se están haciendo notar. Chile es un ejemplo de país especialmente afectado por este proceso, en el que se espera que el 90% de la población chilena viva en áreas urbanas en 2025; que la agricultura y la minería continúen desarrollándose en el norte y en el centro del país, donde el agua es escasa – la región central alberga el 50% del potencial minero nacional – y que el cambio climático plantee dificultades adicionales para que Chile pueda asegurar el agua.
Para afrontar estos retos, es imprescindible que la inversión en infraestructuras que se realice en este país esté combinada adecuadamente para enfrentar los riesgos hídricos. En esta línea, es conveniente ir más allá de las inversiones en infraestructura gris e incluir infraestructura natural, complementadas con estrategias de gestión de la demanda de agua.
La importancia de la gobernanza del agua
En la garantía del equilibrio hídrico, la gobernanza del agua tiene un papel imprescindible, como medio para un fin. Las crisis del agua son fundamentalmente crisis de gobernanza, como lo demuestra el hecho de que existan soluciones técnicas, pero falle su implementación o ejecución real en el territorio.
Muchos países se enfrentan a fragmentaciones institucionales y difícil coordinación, lo que puede llevar a duplicidades e ineficiencia en la toma de decisiones Respecto a América Latina y el Caribe, los obstáculos que más se repiten tienen que ver con cuestiones de integridad, transparencia e integración de las políticas que afectan el agua (como medio ambiente, agricultura, desarrollo regional) Otros escollos importantes son la falta de financiación y de capacidades técnicas y humanas.
Por todo ello, es fundamental identificar un marco de gobernanza multinivel que responda a los retos que se plantean, desarrollado a través de políticas que sepan adaptarse a las especificidades territoriales.
Principios de la gobernanza del agua de la OCDE
La OCDE ha identificado doce principios fundamentales de la gobernanza del agua, que se pueden utilizar para valorar y validar las acciones que se están desarrollando en cualquier país, identificando sus puntos fuertes y también sus carencias. Se basan en tres dimensiones, que se refuerzan y complementan mutuamente: efectividad, eficiencia y confianza y participación.
Efectividad: se refiere a la contribución de la gobernanza en definir los objetivos de las políticas del agua en todos los órdenes de gobierno. Para lograrla, es necesario establecer roles y responsabilidades claras: saber quién hace qué y a qué nivel dentro de la planificación y gestión de las infraestructuras del agua.
Otro elemento fundamental para garantizar la efectividad en la gobernanza es gestionar el agua a las escalas apropiadas dentro del sistema integrado de gobernanza por cuenca para así poder reflejar las condiciones locales, e impulsar la coordinación entre las diferentes escalas. La coherencia en las políticas también es básica, y consiste en fomentar sinergias entre sectores, teniendo en cuenta de las consecuencias en termino de calidad y cantidad de agua de cada política.
El último valor destacado en esta área es la capacitación, basada en el conocimiento técnico y científico sobre el funcionamiento del sistema hídrico y la capacidad de las autoridades responsables a la complejidad de los desafíos del agua que deben afrontar.
Eficiencia: está relacionada con la contribución de la gobernanza en maximizar los beneficios de la gestión sostenible del agua. Para ello, se requiere contar con datos e información fiables, incluyendo el registro de usuarios, la eficiencia, el impacto económico, etc. Que puedan ser utilizados para guiar, evaluar y mejorar las políticas del agua.
Con respecto a la financiación, debe centrarse en el principio de recuperación de costes y complementarse con un marco regulatorio para la prestación de servicios del agua, todo ello apoyado por una gobernanza innovadora, que incluya infraestructuras verdes, multipropósito y colaboración entre órdenes de gobierno. Es importante también asegurar un marco regulatorio sólido de gestión del agua en pos del interés público.
Confianza y participación: la gobernanza debe contribuir a la inclusión de los actores relacionados con el agua a través de la legitimidad democrática y la equidad, además de la creación de confianza entre la población. Para conseguirlo, es necesario trabajar para garantizar la integridad y transparencia; involucrar a las partes interesadas en los procesos de decisión; realizar un correcto arbitraje entre usuarios, áreas urbanas – rurales y generaciones, y, por último, monitorear y evaluar las políticas de agua.
Estos principios representan doce elementos esenciales para una gobernanza del agua eficiente, eficaz e incluyente.
Los 12 principios de la Gobernanza del Agua de la OCDE:
- Roles y responsabilidades claras: quien hace qué y qué nivel en la planificación y gestión de infraestructura del agua.
- Escalas apropiadas dentro de los sistemas de cuenca: explotación de infraestructura del agua se hace de forma integrada y considerando fronteras hidrológicas.
- Coherencia de políticas: gestión de la infraestructura de agua considerando los objetivos estratégicos de cada sector del agua.
- Capacitación: conocimiento técnico y científico sobre el funcionamiento del sistema de agua y las necesidades de infraestructura para satisfacer las demandas.
- Datos e información: sistemas de información de la infraestructura de agua para usos agrícola, industrial y doméstico (ej. registro de usuarios, eficiencia, impacto económico, etc.)
- Financiación: recuperación de costes (principios: el usuario paga, el que contamina paga), fuentes de financiación, etc.
- Marcos regulatorios: regulación para la prestación de servicios que utilice infraestructura del agua.
- Gobernanza innovadora: infraestructuras multipropósito, infraestructura verde, colaboración entre órdenes de gobierno, etc.
- Integridad y transparencia: publicidad de datos, licitaciones de infraestructura del agua, etc.
- Involucramiento de las partes interesadas: involucramiento de las partes interesadas en los procesos de decisión (ej. conflictos con comunidades rurales en la construcción de embalses)
- Arbitraje entre usuarios, áreas urbanas y rurales y generaciones: inclusión en el acceso y la cobertura de la infraestructura del agua.
Monitoreo y evaluación: para la identificación de necesidades de infraestructura
Oriana Romano. Jefa de la Unidad de Gobernanza del Agua y Economía Circular de la OCDE