Francisco Lombardo, presidente del Foro de la Economía del Agua
Un cambio hacía una economía circular puede reducir tanto el volumen de plásticos que llegan a los océanos como la presencia de microplásticos en el agua potable y dulce
Pónganse en situación: un sábado cualquiera, vamos a hacer la comprar al supermercado. Llenamos nuestro carrito de todo tipo de productos. Nos acercamos con toda la compra hasta el maletero de nuestro coche para descargar las bolsas y olvidamos que en el fondo del carrito hay un guante de plástico de la sección de frutería que comienza a volar por el aire. El guante sobrevuela el aparcamiento del supermercado, atraviesa una zona de jardines y finalmente termina en el fondo de un río.
El viaje de este guante es uno de los muchos viajes que los plásticos de un único uso realizan al año en todo el planeta. Guantes, bolsas, redes de frutas y verduras, pajitas, vasos… son sólo un pequeño ejemplo de los más de 400 millones de toneladas de desechos que se producen al año a nivel mundial con este material. De esta cifra, Naciones Unidas estima que entre 19 y 23 millones de toneladas finalizan en lo más profundo de los lagos, ríos y mares.
A esta alarmante cifra hay que sumar el problema añadido de las partículas de microplásticos, que día a día, nos encontramos en los alimentos que ingerimos, en el agua que bebemos o incluso en el aire que respiramos. El PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) estima que las personas ingieren más de 50.000 partículas de plástico cada año, e incluso muchas más si se tienen en cuenta las inhaladas.
Los plásticos de un único uso desechados o quemados, además de perjudicar la biodiversidad y contaminar ecosistemas, también son nocivos para la salud humana. Un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Oldenburg en Alemania estima que la contaminación terrestre por microplásticos es entre 4 y 23 veces mayor que la oceánica, tal es así que un tercio de todos los residuos plásticos termina en suelos o agua potable y dulce. Suelos y agua de los que nos nutrimos todos.
Por este motivo resulta primordial que hoy que celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente reivindiquemos un cambio hacía una economía circular. Una economía que no sólo podría ayudar a reducir el volumen de plásticos en los océanos en un 80 % para el 2040, sino que, también para ese año, este modelo ayudaría a minimizar la producción de plástico virgen en un 55 % y supondría un ahorro de dinero público de 70.000 millones de dólares. Con este desarrollo sostenible y circular, en 17 años las emisiones de gases invernadero se reducirían un 25 % y se podrían crear 700.000 puestos de trabajo adicionales en el sur del mundo.
La gestión de las aguas residuales: un pilar fundamental
Una buena gestión de las aguas residuales, basada en la innovación, la tecnología y en la circularidad hídrica es clave para acabar con los microplásticos que nos encontramos en nuestro día a día, así como con otras partículas que se desprenden de los textiles o detergentes con contacto con el agua y que constituyen un reto para los sistemas de depuración.
Por todo ello, en la gestión de los plásticos, al igual que en la del agua, es importante seguir apostando por la economía circular. Este modelo de gestión integral supone beneficios ambientales, económicos y sociales; genera valor y posiciona a las empresas que están comprometidas con la sostenibilidad, el medio ambiente y con el cumplimiento de los ODS.
La tecnología hídrica tiene una importante función medioambiental. Hoy en día las depuradoras EDAR tienen una capacidad de eliminación de microplásticos que está por encima del 90%. Asimismo, en Europa ya contamos con un marco regulatorio, la Directiva EU 2020/2184 sobre calidad de aguas de consumo humano, que incluye a los microplásticos.
En virtud de esta norma, la Comisión Europea exige constituir, antes de enero de 2025, un método concreto de análisis para evaluar la presencia de microplásticos en el agua, lo cual implica seguir trabajando para perfeccionar su detención a través de la ciencia y la investigación.
La lucha contra la contaminación por plásticos requiere del compromiso de todos: gobiernos, organizaciones supranacionales, empresas y sociedad civil, así como todos los sectores de actividad, entre ellos el hídrico. Agua y medioambiente están indefectiblemente unidos, tanto en retos como en soluciones.