Afrontar la sequía exige una transición hidrológica en la que, al modo de la energética, se incorporen al mix hídrico fuentes alternativas a las actuales: aguas superficiales y aguas subterráneas a las que se suman aguas desaladas y aguas regeneradas.
El agua y el cambio climático están estrechamente relacionados. Tal y como señala Naciones Unidas, la mayor parte de los impactos del cambio climático reducen la disponibilidad de agua: desde patrones de precipitación impredecibles hasta la reducción de las capas de hielo, pasando por el aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías. Esta reducción del agua disponible es particularmente grave teniendo en cuenta que solo el 0,5% del agua presente en la Tierra es agua dulce, utilizable y disponible. Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, en los últimos veinte años, el almacenamiento de agua terrestre, incluyendo la humedad del suelo, la nieve y el hielo, ha disminuido a un ritmo de 1 cm por año, con consecuencias importantes para la seguridad hídrica. Y no sólo sequía y escasez, que van de la mano. El cambio climático está acelerando también otros peligros relacionados con este recurso, como las inundaciones. De hecho, según datos del Banco Mundial, los desastres hidrológicos han dominado la lista de catástrofes de los últimos 50 años y representan el 70% de todas las muertes relacionadas con los desastres naturales.
Problemas y soluciones a nivel europeo
La Unión Europea está dando pasos para abordar la sequía, que afecta a cada vez más países miembros. De hecho, el 20% del territorio comunitario sufre ya estrés hídrico y las sequías en Europa suponen un grave perjuicio económico, que causa hasta 9.000 millones de euros de daños económicos al año, según estimaciones de WWF. Aunque la sequía ha sido un problema recurrente en los países del sur de Europa y en los últimos años se ha cebado con la Península Ibérica, Europa del norte también ha sufrido el problema, en forma de “piedras del hambre”, cuando en 2022 los ríos Elba y Rin perdieron gran parte de su caudal, interrumpiendo incluso el transporte fluvial.
Entre las diversas soluciones que Europa baraja, la reutilización de aguas tiene una importancia creciente. El reúso después de un tratamiento adecuado prolonga el ciclo de vida del agua y preserva los recursos hídricos, y, bajo este planteamiento, la Comisión Europea plantea la necesidad de mejorar el saneamiento y de dotarse de unos mecanismos de control y precaución para garantizar la calidad de las aguas urbanas regeneradas, de manera que se generalice, en principio, solo para usos agrarios.
De hecho, el riego agrícola posee el mayor potencial para la adopción de la reutilización del agua y para reducir la escasez del recurso en España y en toda Europa, como destaca la Directiva Europea de reutilización, que entró en vigor en junio pasado y que quiere duplicar la reutilización de aguas regeneradas. Esta medida evitaría más de un 5 % de la captación directa procedente de masas de agua y aguas subterráneas, lo que daría lugar a una reducción de más del 5 % del estrés hídrico global de la Unión.
En esta legislatura europea que va tocando a su fin, la Comisión ha abordado el asunto desde una perspectiva transversal para avanzar hacia una gestión del agua adaptada a la crisis climática.
Tanto el Plan de Acción para la Economía Circular como la nueva Estrategia de Adaptación al Cambio Climático de la UE hacen referencia a un uso más amplio de las aguas regeneradas como forma de aumentar la capacidad de Europa para responder a las crecientes presiones sobre los recursos hídricos. Además, la propuesta de revisión de la Directiva sobre el tratamiento de las aguas residuales urbanas refuerza la disposición existente que fomenta la reutilización del agua, exigiendo a los Estados miembros que promuevan sistemáticamente la reutilización de las aguas regeneradas procedentes de todas las plantas de tratamiento de aguas residuales urbanas.
Si bien en un primer momento se barajó la posibilidad de que esta normativa europea sobre reutilización contemplase todos los usos de las aguas regeneradas (agrícola, urbano, medioambiental, recreativo e industrial), la oposición al respecto de algunos de los estados miembros ha llevado a que, de momento, la regulación se centre en el riego agrícola y no incluya otros usos de las aguas regeneradas. En este sentido, no se descarta que en el plazo de cinco años desde la entrada en vigor de la nueva regulación, se evalúe por parte de la Comisión Europea la aplicación de este reglamento a otros usos específicos. De esta forma, y mientras esto ocurra, todos los países podrán permitir el reúso del agua regenerada para otros fines, como los industriales, recreativos, urbanos o medioambientales, como vienen haciendo hasta ahora.
Tal modelo no solo permite reducir la presión sobre los recursos hídricos de forma alternativa y complementaria a la desalación o a la captación de aguas subterráneas, por ejemplo, es además la opción más sostenible, ya que tiene la menor huella hídrica y se considera un agua de proximidad. En suma, es un sistema que preserva los ecosistemas y la biodiversidad y que contribuye a la sostenibilidad del ciclo integral del agua mientras avanza en la transición ecológica.
Afrontar la sequía exige una transición hidrológica en la que, al modo de la energética, se incorporen al mix hídrico fuentes alternativas a las actuales, aguas superficiales y aguas subterráneas a las que se suman aguas desaladas y aguas regeneradas. Al menos, ese es el espíritu de la Directiva europea de reutilización que, desde un enfoque integrado de la gestión del agua, ve en las residuales tratadas procedentes de depuradoras una opción alternativa fiable de suministro de agua para fines diversos.
El ejemplo español en aguas regeneradas
España es un gran ejemplo en lo que a regeneración y reutilización se refiere. Es el país que más agua reutiliza en Europa y el quinto del mundo, con una ratio de reciclaje de entre el 7 y el 13%, lo que supone un ahorro de 500 hm3 de agua al año. Si tenemos en cuenta que casi el 15% del consumo total de agua en España se destina al abastecimiento urbano, con casi 4.000 hectómetros cúbicos suministrados, y que contamos con 2.232 Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR), que tratan un total de 4.066 hm³ de aguas residuales, unos 245 litros de agua depurada por habitante y día, si fuésemos capaces de obtener un agua regenerada con mayor calidad que la que proporcionan nuestras fuentes convencionales de recursos hídricos, podríamos contar con ese volumen anual, una suerte de “embalse virtual” que constituiría lo que hoy es el ciclo urbano del agua aumentando la disponibilidad en cantidad y calidad de agua.
La agricultura sigue siendo el sector que mayor demanda de agua reutilizada emplea en España, con un 60-70% del total; seguido por los usos recreativos (10-12%, principalmente destinado a riego de campos de golf) y los municipales (6-8%, incluyendo riego de zonas verdes, limpieza de calles, etc.) y, de manera más minoritaria, para usos industriales (3-5%). También es destacable el cada vez mayor interés que despierta su uso para la mejora ambiental de otras fuentes de agua, como por ejemplo la recarga de acuíferos, humedales o la mejora de los caudales ecológicos de los ríos (cifrado en torno a un 4%). El agua regenerada, es decir, depurada y sometida a tratamientos terciarios avanzados para permitir su reúso, puede ser la clave para nuestro país y en el conjunto de Europa. El sector del agua lleva mucho tiempo reutilizando el recurso, pero aún podemos hacer mucho más con nuestro potencial tecnológico, puntero a nivel mundial. Los últimos estudios y experiencias muestran cómo el desarrollo tecnológico actual permite adecuar el agua reutilizada a todos los usos, tanto para su empleo de forma directa como para otros procesos que requieran una calidad menor, en cuyo caso libera recursos de mejor calidad para los usos más restrictivos.
Beneficios del agua regenerada
La reutilización de las aguas residuales tratadas tiene un menor impacto medioambiental en comparación con, por ejemplo, los trasvases de agua o la desalinización, y ofrece un amplio abanico de beneficios ambientales, económicos y sociales: amplía el ciclo de vida del agua, contribuyendo así a preservar los recursos hídricos en plena conformidad con los objetivos de la economía circular. Esta apuesta por la circularidad del agua no sólo nos proporciona un volumen disponible estable y asequible, es además un recurso más barato que el obtenido a través de la desalinización y con un menor consumo de energía. Según recientes estudios del CEDEX, considerando las calidades necesarias para cumplir con el Reglamento europeo y en el supuesto de que las instalaciones funcionan a pleno rendimiento durante todo el año, el coste del agua regenerada para uso agrícola es del orden de 0,38 €/m3, frente a los 0,73 €/m3 si se necesita un proceso de desalinización. Además, su uso causa menos impactos y desequilibrios territoriales, reduce la explotación de acuíferos y disminuye el consumo de fertilizantes por parte del sector agrícola. Y es que el agua regenerada proporciona cuatro recursos: agua, lodos, nutrientes y biogás. Con este último, complementado con la utilización de la energía fotovoltaica para el proceso de depuración, estamos consiguiendo resolver uno de los problemas más graves en la gestión del agua, que es el coste de la energía y las emisiones que conllevan los procesos. La ciencia nos ha proporcionado ya un diagnóstico: España sufrirá fenómenos climáticos más frecuentes y extremos de inundaciones y sequías con el cambio climático, que recrudecerán los efectos de más olas de calor y, a priori, menos seguridad hídrica. Sin embargo, tenemos el conocimiento científico y tecnológico necesario para garantizar la seguridad hídrica y ampliar la disponibilidad del recurso en cantidad y calidad para todos los usos, siempre que seamos capaces de establecer un caudal inversor que facilite la incorporación de fuentes alternativas de agua al mix hídrico y apueste por la circularidad del agua.