Francesc Trillas, Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat Autónoma de Barcelona. Miembro del Comité Académico del Foro de la Economía del Agua.
El agua es un bien básico para la supervivencia humana, tanto desde el punto de vista individual como de la sociedad tal como la conocemos. Al necesario consumo de agua para la subsistencia del ser humano se une su papel fundamental para la economía y el desarrollo: más allá de la producción de alimentos, el agua es un elemento básico para todos los sectores de actividad, imprescindible para hacer crecer la economía y garantizar la calidad de vida de las personas.
En los últimos años, hablamos a menudo de escasez de agua, ligada, entre otras cuestiones, a los efectos de cambio climático. A día de hoy y sin perder la perspectiva de la crisis medioambiental, el planeta cuenta con agua suficiente. No obstante, su distribución geográfica desigual produce importantes conflictos a diferentes niveles: locales, nacionales e incluso internacionales.
El cambio climático ha acentuado las presiones locales en la gestión hídrica y han puesto encima de la mesa el carácter crítico de la gestión del agua. Garantizar el buen funcionamiento del ciclo del agua, asegurar su reutilización y su distribución adecuada se ha convertido en un reto de fundamental tanto para el presente como para el futuro de la humanidad. Así lo corrobora la inminente celebración de la Conferencia sobre el Agua 2023 de Naciones Unidas, que tendrá lugar en Nueva York del 22 al 24 de marzo y abordará, entre otras cuestiones, el papel del agua en el desarrollo.
Gestión local, visión global
El agua es un buen ejemplo de un recurso en el que, desde el punto de vista de las políticas públicas, necesita la actuación coordinada de todos los niveles de la escala de gobierno. Dado que el agua está distribuida en el planeta de forma heterogénea, su gestión necesita un enfoque global, pero sin olvidar la perspectiva local. Así, las redes locales son las que aseguran el suministro, tanto a aquellas zonas con recursos hídricos propios como en las que no disponen de ellos y necesitan recibir agua de otros lugares.
El agua combina las características de un sector de red, es decir, en el que hay que interconectar territorios, y el de un bien que requiere una gestión desde una perspectiva global. Es básico que se combinen estas dos visiones: una buena gestión de la política hídrica resultaría imposible si no se implican todos los niveles de la escala vertical de gobierno.
Agua y urbanismo
Dentro de la visión del agua como eje del desarrollo económico, el recurso hídrico tiene un papel fundamental en el urbanismo. El urbanismo debe pensar en el agua y la gestión del agua debe tener también en cuenta en urbanismo.
El agua determina cómo vivimos, cómo nos ubicamos en el territorio y cómo desarrollamos las actividades económicas, no solo la agricultura, también la industria o el turismo. Todas las actividades económicas hacen uso de agua, lo que hace necesaria una buena coordinación entre el sector público y el sector privado.
Para una buena gestión hídrica de los hogares y todo el conjunto de actividades económicas, el sector público debe marcar los objetivos para la planificación global del recurso, mientras que el sector privado puede y debe contribuir a su cumplimiento a través de sus conocimientos y capacidad tecnológica.
El desarrollo urbanístico y el crecimiento de las ciudades aporta ventajas indudables en el acceso al agua y al saneamiento. Un ejemplo claro lo tenemos en el África subsahariana, donde la población sin acceso a agua potable se ha reducido en un 47% en los últimos 20 años, debido fundamentalmente a la fuerte migración desde el campo hacia las ciudades. Según datos de la OMS, la población urbana ha crecido un 126% en las dos últimas décadas, frente a un descenso de la población rural del 45%.
Las ciudades cuentan en general con una gestión del agua más organizada, no obstante, la solución al acceso universal al agua no puede basarse en este desequilibrio entre campo y ciudad, ya que, entre otras desventajas, perjudica a largo plazo el acceso al agua que ahora está facilitando. De este modo, es necesario impulsar una gestión correcta del agua también en las áreas rurales de los países menos desarrollados.
Campo y ciudad son necesarios y complementarios desde la perspectiva de la gestión de recursos alimenticios, otros recursos naturales, medioambiente, industria y servicios públicos… Por ello, es necesario hacer una llamada para buscar un equilibrio y garantizar que las áreas rurales no estén aisladas y tengan los servicios suficientes para que la población se mantenga arraigada.
Para este reto, de nuevo todos los niveles institucionales son necesarios: los organismos internacionales pueden hacer mucho, ayudando y condicionando las ayudas, así como aportando conocimientos y exportando casos de éxito de otros países, pero la implicación de las administraciones nacionales y locales es fundamental.
El papel del agua en el desarrollo económico mundial es un reto que atañe a todos los niveles de las instituciones públicas, pero también a la iniciativa privada, a los organismos internacionales y a la sociedad en su conjunto. Es el momento de redoblar esfuerzos para armonizar la vertiente medioambiental del agua con su papel como dinamizadora del crecimiento económico e impulsora de la mejora de la calidad de vida de las personas.