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El agua es un recurso esencial para la vida, pero también uno de los bienes naturales más amenazados en el siglo XXI. En un contexto global caracterizado por la aceleración del cambio climático la gestión del agua se ha convertido en una prioridad estratégica para garantizar la seguridad ambiental, el desarrollo económico y la cohesión social.
España, como uno de los países europeos con mayor estrés hídrico, enfrenta de manera aguda estos desafíos. La frecuencia e intensidad de fenómenos extremos como las sequías prolongadas, las inundaciones o las olas de calor ya están dejando huella en el territorio, los recursos naturales y las infraestructuras. Eventos, como la DANA que en 2024 causó más de 200 víctimas en Valencia y pérdidas económicas que superaron el 2 % del PIB nacional, son una muestra clara de los riesgos crecientes asociados a una mala gestión del agua y al impacto del calentamiento global.
Ante esta situación crítica, el sector del agua ha dejado de ser un área de gestión técnica para convertirse en uno de los motores más prometedores de transformación sostenible. La transición hídrica, entendida como el paso hacia un modelo de uso y gestión del agua basado en la eficiencia, la resiliencia y la sostenibilidad, representa una oportunidad sin precedentes para modernizar infraestructuras, promover la innovación tecnológica, generar empleo de calidad y reforzar la autonomía de los territorios frente al cambio climático.
España ha asumido esta transformación como una prioridad nacional a través del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) de digitalización del ciclo del agua. Este plan contempla la movilización de más de 3.000 millones de euros hasta 2026, con el objetivo de mejorar la gestión del recurso hídrico mediante la integración de tecnologías avanzadas, sistemas de control inteligente, soluciones de reutilización y plantas de desalación más eficientes. Esta inversión no solo busca garantizar el abastecimiento y la calidad del agua, sino también impulsar un sector innovador, competitivo y alineado con los principios de la economía verde.
Un sector en transformación y crecimiento
El proceso de transformación del sector del agua tiene un impacto directo en el empleo. Según estimaciones de la ONU, cerca del 80 % de los empleos globales dependen directa o indirectamente del agua. En este sentido, el agua no es solo un recurso vital, sino también un elemento estructural del sistema productivo. En España, el sector del agua urbana ya genera más de 32.700 empleos directos, con condiciones laborales superiores a la media, y se estima que, si se cierra el actual déficit de inversión en infraestructuras, podrían crearse más de 40.000 nuevos empleos en la próxima década.
Los nuevos perfiles profesionales que están surgiendo reflejan la complejidad y multidimensionalidad del reto hídrico: ingenieros en tratamiento y depuración, técnicos en desalación, expertos en digitalización del ciclo del agua, gestores de infraestructuras resilientes, especialistas en economía circular o asesores en gobernanza hídrica. Todos ellos forman parte de un ecosistema laboral en expansión, donde convergen la sostenibilidad, la tecnología y la innovación.
Además, a nivel europeo y global, se están impulsando iniciativas para reforzar el papel estratégico del agua dentro de la economía verde. Solo en Europa, la apuesta por la reutilización del agua podría generar hasta 100.000 empleos en la próxima década. La implementación de tecnologías limpias, el desarrollo de infraestructuras sostenibles y la promoción de una agricultura eficiente están estrechamente vinculados con la creación de valor económico y el fortalecimiento de la resiliencia climática.
No obstante, alcanzar estos objetivos no será posible sin una inversión sostenida, una regulación sólida y una gobernanza transparente. España, como muchos países del entorno, arrastra déficits históricos en materia de infraestructuras hídricas, fragmentación normativa y una estructura tarifaria poco homogénea que no siempre promueve el uso eficiente y responsable del recurso. Abordar estas limitaciones es clave para asegurar la sostenibilidad financiera del sistema y fomentar la confianza ciudadana en las políticas del agua.
El PERTE del agua representa un avance significativo, pero es solo una parte del esfuerzo necesario. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España, que canaliza más de 160.000 millones de euros entre 2021 y 2026, incluye partidas clave para acelerar la digitalización del sector, renovar infraestructuras obsoletas y reforzar la seguridad hídrica del país. La coordinación entre administraciones públicas, empresas privadas, centros de investigación y ciudadanía será esencial para garantizar el éxito de estas iniciativas.
El nexo entre agua, empleo y sostenibilidad también es una cuestión de justicia social. Garantizar el acceso equitativo a este recurso implica reconocerlo como un derecho humano, pero también como una herramienta para reducir desigualdades, generar empleo digno y construir sociedades más cohesionadas.
La transición hídrica, por tanto, no es únicamente un reto ambiental o técnico: es una oportunidad para reorientar el modelo de desarrollo hacia una mayor equidad, resiliencia y sostenibilidad. La creación de empleos verdes vinculados al agua no solo contribuye al crecimiento económico, sino que también representa una vía para mejorar la calidad de vida, reforzar el tejido productivo local y preparar a la sociedad para los retos del futuro.
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